En el fútbol, perder dos partidos en noviembre equivale a recibir un burofax del destino advirtiendo de que, si llegas a mayo, será para fracasar
Apenas se han encendido las luces de Navidad, aviso programado de que se acerca diciembre, y el Barça ya va por la segunda extremaunción del curso. Es una tradición tan catalana como los calçots o los panellets, exportada al mundo entero por esa correa de transmisión azulgrana capaz de convertir a un señor de Pontevedra o a una joven de Medellín en la reencarnación extramuros del tamborilero del Bruch, el president Sunyol o la hermana Mercè. Basta una derrota en el Bernabéu para que cualquier aficionado, sin importar lo que diga su DNI, active el modo temporada perdida, aunque el calendario todavía aconseje paciencia a la hora de encender la

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