Colombia es una potencia agrícola. Eso es innegable. Sin embargo, las políticas públicas aplicadas en las últimas décadas no han permitido aprovechar esta riqueza productiva. Por el contrario, muchos de los estudios y diagnósticos coinciden en que hay una subutilización preocupante de las más de veinte millones de hectáreas aptas para el desarrollo sostenible, competitivo y rentable de actividades agrarias en sus distintos niveles.

Aunque alrededor del agro se ha construido a lo largo de las décadas uno de los aparatos público-privados con mayor penetración y cobertura en materia de estructuración institucional, de flujo de recursos y contacto directo con el campesinado, resulta claro que las condiciones socioeconómicas en ese país rural continúan siendo muy complicadas. No en vano, los m

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