Por momentos, tu yo civilizado te dice que no hay nada que celebrar. Que no es lo ideal que los norteamericanos manden un portaviones todavía más grande que el anterior a Venezuela, sin la menor atención a las normas y los consensos internacionales. Que lo de las lanchas torpedeadas es demasiado: no tenemos pruebas contundentes que transporten drogas.
Que el mundo debería encontrar maneras pacíficas de sacar del poder a los criminales bolivarianos, con, tal vez, un papel activo de la ONU en el proceso. Que las formas importan. Que la democracia exige el respeto a ciertos procedimientos. Que es peligroso que un país se tome esas atribuciones.
Y es entonces cuando aparece tu yo no civilizado, pero paradójicamente más sensato, más aterrizado, y te recuerda que la civilización, esa civilizac

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