El Barça vive un momento delicado. Un momento incómodo que ha encendido todas las alarmas en el vestuario. Y quien lo ha hecho evidente, sin filtros, ha sido Raphinha . El brasileño explotó en Londres. Su frustración se vio en cada gesto. En cada carrera. En cada grito. Y esa energía terminó transformándose en una bronca monumental dirigida a sus propios compañeros.
El extremo detecta algo que preocupa. Algo que incomoda. Algo que huele mal: el síndrome de la barriga llena . Un mal antiguo. Un mal traicionero que castiga a los equipos que se creen satisfechos. Que creen que ya han hecho suficiente. Que se olvidan de que cada victoria hay que pelearla . Que nada está ganado. Y Raphinha lo ve claro. Tan claro que no puede callarse.
Raphinha ejerce de capitán en la sombra
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