La lluvia y la noche no avisaron lo que venía, cuando un estruendo estremeció la madrugada del lunes y despertó a María de los Ángeles Valencia, como si la montaña respirara hondo y soltara un suspiro pesado, eso ocurrió en la finca El Guamo, en la Hacienda Cuba. “Sonaban los palos que caían”, recuerda la adulta mayor, todavía con el susto en la voz. En segundos, el terreno cedió: un talud arrasó la pequeña perrera y el gallinero donde ella guardaba parte de sus afectos y su sustento. Entre la oscuridad, sin luz, apenas alcanzaba a distinguir los troncos arrancados y los aguacates desparramados cuesta abajo. Pero lo que realmente le apretó el pecho fueron los chillidos. Manchas, su perrita criolla, que hace apenas quince días se convirtió en madre, corría desesperada de un lado a otro. No

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