Durante años, Amal creyó que su música era solo eso: un secreto guardado entre cuadernos, teclas de piano y momentos de soledad. Nació en Montería, Córdoba, creció rodeada de sonidos, pero no de escenarios. Su primer acercamiento a la música fue casi accidental, cuando en la iglesia vio a alguien tocar el piano y sintió una especie de llamado silencioso. Sin clases formales, sin maestros al lado, comenzó a aprender sola en la capilla de su colegio, repitiendo cada nota hasta hacerla suya. Ese impulso, casi tímido, la llevaría años después a ganarse una beca para estudiar piano de manera profesional.

A ese instrumento se sumarían luego la guitarra, el ukelele y el violín, pero lo que más le costó fue atreverse a cantar. Durante mucho tiempo lo hizo a escondidas, con vergüenza, creyendo que

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