En Colombia, acceder a la educación superior sigue siendo un privilegio del centro urbano. Más de la mitad de los estudiantes, programas e instituciones se concentran en las cabeceras departamentales, dejando amplias zonas del país fuera del radar académico. Según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida del DANE (2024), solo el 36% de los jóvenes entre 17 y 21 años cursa educación superior. La brecha territorial es contundente: en ciudades capitales la cobertura alcanza el 42,6%, mientras que en zonas rurales apenas llega al 16,3%. En departamentos como Vichada, Vaupés y Guainía, menos del 8% de los jóvenes logra llegar a la universidad.
Esta realidad no solo refleja desigualdad, sino un desafío estructural: cómo garantizar que estudiar no dependa del lugar donde se nace. En ese contexto,

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