Existe un tipo de cansancio que no se refleja en el cuerpo, pero pesa más que cualquier enfermedad física. No aparece en los exámenes médicos, no se detecta en una tomografía, no se justifica con un diagnóstico clínico. Es un cansancio silencioso, profundo, que se instala poco a poco en el alma, afecta la manera en que pensamos, sentimos y tomamos decisiones, y convierte la vida en una serie de obligaciones sostenidas más por la costumbre que por el sentido.
Es el cansancio de quien cumple con todo, pero por dentro ya no está presente. De quien sonríe, responde mensajes, atiende responsabilidades y sigue adelante, mientras una parte interna se apaga sin hacer ruido. No se ve en una fotografía, no se mide en una gráfica… pero se siente en la falta de ilusión, en la apatía, en la desconexió

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