“Colombia es más que cualquier circunstancia transitoria”. La frase se repite, casi como un conjuro, en las tarimas del Congreso Nacional de Infraestructura.

En cualquier sector económico, mover las reglas del juego suele producir dos efectos que se excluyen menos de lo que parecen: o desnuda la ineficiencia en el manejo de los recursos públicos, o resquebraja la confianza de quienes ponen capital en proyectos que —aunque suenen a cifras, planos y vigencias futuras— son las vigas maestras del desarrollo.

Aquí, en infraestructura, ese doble filo...

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