Palmira se estremeció con la muerte de Juan Carlos Alpala Burgos, un joven que cayó apuñalado en el barrio San Pedro. Nadie sabe con certeza quién lo atacó ni por qué. Algunos murmuran que fue un intento de robo, otros callan porque el miedo se ha vuelto costumbre. Lo único cierto es la imagen brutal: Juan, doblado en posición fetal sobre la acera, tomándose el abdomen mientras la sangre se escapaba de su cuerpo. La gente gritaba, pedía ayuda, llamaba a las autoridades. Pero la respuesta fue la rutina fría: acordonar el área, tomar fotos, levantar el cuerpo y llevarlo a Medicina Legal.

Allí, en Palmira, su cadáver permaneció días sin ser reclamado. La soledad de la morgue se convirtió en metáfora de un Estado que parece ausente. Solo cuando su familia llegó desde Pradera, el silencio se r

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