La ansiedad no es buena consejera. En política económica, la demanda de una respuesta rápida por lo general suele estar más ligada al deseo de los inversores de aclarar un escenario de incertidumbre antes que a la necesidad real de los decisores de tomar una medida con urgencia.
Algo de eso se está viendo en estos días en el mercado financiero, que se pregunta por qué razón el riesgo país no baja todavía más, cómo se va a resolver la acumulación de reservas en el corto y mediano plazo y qué va a pasar con el vencimiento de deuda de u$s 4500 millones de enero próximo. Está claro que son situaciones que el Gobierno tiene que resolver antes de fin de año pero también es un hecho que su consistencia también está atada a negociaciones y resoluciones que no se generan de un día para el otro.
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