Si entra hoy en una cafetería, es posible que alguien apoye su teléfono sobre una superficie y que, como por arte de magia, comience a cargarse sin cables. Afuera, coches eléctricos circulan silenciosamente por las calles. Vivimos rodeados de energía invisible, de señales que viajan por el aire, de tecnología que parece sacada de la ciencia ficción pero que es real. Lo extraordinario se ha vuelto cotidiano, tan normal que ya ni siquiera nos detenemos a pensarlo . Pero esta realidad que habitamos fue imaginada hace más de un siglo por un hombre que trazó sus planos en la soledad de su mente privilegiada. Un hombre que, paradójicamente, murió solo y arruinado en una habitación de hotel en Nueva York, sin presenciar el mundo que él mismo había hecho posible.

Cuando escuchamos el apellido T

See Full Page