Fue en Campana, a principios de este año, cuando cuatro hermanos de entre 1 y 8 años murieron al momento en que las llamas arrasaron con su monoambiente. Dos meses después, en San Fernando, otros tres niños fallecieron en el incendio de una casa precaria cuya estructura colapsó en casi un segundo. El 5 de julio, en Catamarca, una niña de 3 años murió asfixiada tras un cortocircuito originado por una conexión eléctrica irregular.

Este tipo de noticias dan cuenta de aquello que está a la vista y la sociedad elige no ver. Hoy basta con un simple diálogo con la AI para identificar que hay un flagelo tibio, inocente, en el que mueren bebés y niños a manos del fuego. Y un denominador común: el hacinamiento, las ciudades, las viviendas precarias. Las chapas que se doblan con el fuego. En general

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