Madrid tenía ese aire de domingo lento, casi desganado. La ciudad seguía con su vida, pero dentro del Movistar Arena se reunía gente que sabía que algo especial estaba a punto de terminar. Joaquín Sabina apareció sin estridencias, casi en silencio, con el sombrero de siempre y la calma de quien ya no tiene nada que demostrar. Tomó el micrófono, lo sostuvo como se sostiene un adiós que se ha estado aplazando durante años, y sin ceremonias innecesarias abrió la boca para lo inevitable: el último concierto de su vida.
No había nostalgia impostada ni dramatismo calculado. Había verdad. La de un músico que ha sobrevivido a sí mismo, a los excesos, a los escenarios, al tiempo. Y allí, ante miles de ojos que conocían cada verso mejor que muchas fotografías familiares, Sabina cantó por última vez

La Capital Espectáculos

The News Virginian Politics
6abc Action News Politics
Raw Story
Reason Magazine
The Conversation
Forbes Health
New York Magazine Intelligencer
The Athletic NFL