En la Plaza Roja , el corazón gélido Moscú, Steve Witkoff y Jared Kushner , el dúo negociador de Donald Trump , han iniciado su ofensiva diplomática con un gesto de calidez inesperada: una cena privada con el enviado de Putin, Kirill Dmitriev , director del Fondo Ruso de Inversión Directa, en un exclusivo restaurante junto al Kremlin.
Bajo luces tenues y el aroma de borscht y esturión ahumado , los tres hombres han preparado el terreno para el cara a cara con Vladímir Putin horas después. Esta velada, lejos de los flashes y protocolos, simboliza el estilo Trump: negocios antes que burocracia, con Dmitriev como puente entre el dinero congelado de Rusia y las promesas de reconstrucción ucraniana.
Witkoff , el enviado especial del presidente, un neoyorquino de traje impecable y pasado inmobiliario, aterrizó en Moscú por sexta vez este año, flanqueado por Kushner , el yerno de Trump . Su avión privado, un Gulfstream que evoca lujos trumpianos, tocó pista al amanecer, y el convoy negro subió por avenidas adornadas con luces navideñas prematuras.
La cena con Dmitriev , filtrada por la agencia oficial rusa TASS, ha durado tres horas en un salón privado del Café Pushkin , donde se habló de los 300.000 millones de dólares en activos rusos bloqueados en Occidente –la clave para financiar una posguerra en Ucrania sin que Moscú pierda la cara.
Dmitriev, bajo sanciones estadounidenses desde 2022 pero indispensable en estos tratos, defendió la «resiliencia económica rusa» mientras Witkoff, golfista ocasional y amigo de Trump desde los 80, prometía «incentivos realistas» para un alto el fuego duradero, según cuenta la CNN .
El telón de fondo es un conflicto que ha devorado Ucrania en los últimos cuatro años: el 19% del territorio ucraniano está bajo control ruso, con avances relámpago en 2025 como la toma de Pokrovsk en el Donbás, y una Kiev exhausta tras escándalos de corrupción que costaron el puesto a su jefe negociador.
Todo arrancó este octubre, cuando Witkoff y Kushner, volviendo de Gaza –donde sellaron un cese al fuego entre Israel y Hamás que Trump presume como su «obra maestra»–, garabatearon un plan de 28 puntos en un vuelo privado. Inspirados en esa victoria, incorporaron ideas de una reunión secreta en Miami con el mismo Dmitriev, proponiendo cesiones territoriales ucranianas, neutralidad perpetua y el desbloqueo de fondos rusos a cambio de garantías de seguridad.
El borrador inicial, filtrado la semana pasada, indignó a Europa: «Parece un ultimátum de Moscú», tuiteó un diplomático de la UE, mientras Zelenski lo tachaba de «inaceptable» desde París, donde se reunió con Macron para blindar apoyo continental.
El plan revisado, ahora de 19 puntos, suaviza cesiones: Crimea queda en limbo para futuras charlas, el Donbás se negocia por fases, y EEUU ofrece «mecanismos de garantías» con tropas rotativas –no OTAN, sino un híbrido trumpiano. Zelenski, desde Dublín con el primer ministro irlandés, tuiteó: «Mejor, pero necesitamos señales de Moscú. La paz no es un regalo».


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