Cara Hunter, política de Irlanda del Norte, no ha descubierto quién creó el deepfake sexual con su cara en las últimas semanas de la campaña electoral en 2022, algo que le sigue afectando a día de hoy
Para la política irlandesa Cara Hunter, recordar el momento en que descubrió que habían hecho un deepfake con su imagen es como “ver una película de terror”. El escenario es la casa rural de su abuela, en la parte occidental del condado de Tyrone. Era abril de 2022 y su abuela cumplía 90 años. “Todo el mundo estaba allí”, recuerda Hunter. “Estaba sentada con mis familiares más cercanos y amigos de la familia cuando recibí una notificación a través de Messenger de Facebook”. Era de un desconocido. “¿Eres tú la del vídeo... el que está circulando por WhatsApp?”.
En aquella época, Hunter grababa vídeos constantemente. Faltaban menos de tres semanas para las elecciones a la Asamblea de Irlanda del Norte, a las que se presentaba para mantener su escaño por el East Londonderry, y en los vídeos era posible verla haciendo campaña, pidiendo votos y debatiendo. Pero, como mujer, recibir un mensaje de un hombre desconocido fue suficiente para que saltaran las alarmas. “Le respondí que no estaba segura de saber a qué vídeo se refería”, recuerda Hunter. “Entonces me preguntó si quería verlo”. Y lo envió por esa aplicación.
Ahora hay chicas que me llaman para decirme que les ha pasado lo mismo y que les ha arruinado la vida. Una joven me contó hace poco que le había pasado a ella y a otras 14 personas, todas menores de 18
“Era extremadamente pornográfico. No voy a entrar en detalles, pero quiero que se entienda lo que tuve que procesar; incluso ahora, aquí sentada hablando de ello, siento de repente un rubor abrasador”, dice. “En el vídeo hay un dormitorio de paredes azules y enchufes americanos, aparece una mujer, una mujer que parece tener mi cara, haciendo el pino y practicando sexo oral a un hombre; y yo estaba viéndolo rodeada de mi familia, en medio de una campaña electoral muy reñida”. Al mismo tiempo, el teléfono de Hunter no paraba de recibir mensajes de desconocidos que habían visto el vídeo. “Todos eran realmente violentos”, lamenta. “Eran mensajes de personas que odian a las mujeres”.
Esto ocurrió hace tres años. Es difícil comprender ahora lo desconocido que en ese momento era el llamado deepfake, algo de nicho. “Las únicas ‘imágenes alteradas’ que yo conocía entonces eran los filtros de Snapchat”, dice Hunter. “Mi primera reacción fue preguntarme si era una mujer que se me parecía”, agrega. “Una amiga me preguntó si se trataba de una de esas tecnologías donde le ponen tu cara al cuerpo de otra persona; lo buscamos en Google, tratando de averiguar cómo se llamaba”.
La tecnología ha avanzado de forma alarmante desde entonces. “Ahora hay chicas que me llaman para decirme que les ha pasado lo mismo y que les ha arruinado la vida. Una joven me contó hace poco que le había pasado a ella y a otras 14 personas, todas menores de 18”, relata Hunter. “Los profesores me dicen que en los colegios se ha notado un aumento en las aplicaciones que te desnudan; la asequibilidad y la accesibilidad se han multiplicado por diez”.
“No sabía qué hacer”
Las leyes de Inglaterra y Gales están abordando por fin el problema. La Ley de Seguridad en Internet y la Ley de Datos de 2025 han ilegalizado la creación, la solicitud y el intercambio de imágenes íntimas hechas con tecnología deepfake. En Irlanda del Norte también hay planes de penalizarlo, con un proceso de consulta cerrado el pasado mes de octubre.
Pero los daños que genera no terminan de entenderse en la opinión pública. De acuerdo con una nueva investigación policial publicada la semana pasada, una de cada cuatro personas sigue mostrándose indiferente a la creación y distribución de deepfakes con contenido sexual o creyendo que no tienen nada de malo.
En la vida pública, son pocas las mujeres que no saben lo que es ser tratadas como un objeto y, cuando se produce un deepfake, lo último que quieres es llamar más la atención
“Me sorprendió mucho: estamos en un mundo donde las imágenes falsificadas y altamente sexualizadas pueden arruinar tu vida, tus relaciones, tu reputación y tu carrera, y hay gente que piensa que es algo divertido, un poco gracioso”, dice Hunter suspirando profundamente. “Me sorprendió pero, al mismo tiempo, no me extrañó; la normalización de la violencia contra las mujeres y las niñas es algo de lo que no se habla lo suficiente”.
Para Hunter, que acaba de cumplir 30 años, las semanas que siguieron al lanzamiento del vídeo fueron “terribles”. “No sabía qué hacer, ¿tenía que escribir un comunicado de prensa? ¿Tenía que subir algo a Facebook? Ya era difícil que te tomaran en serio políticamente siendo una mujer joven, de 27 años”, recuerda.
El consejo de su partido, el Socialdemócrata y Laborista, fue ignorar el vídeo. Hunt dice que incluso ahora, cuando lo recuerda, no puede creer lo sucedido. “Faltan dos semanas y media para las elecciones, si difundes un comunicado de prensa, tu nombre aparecerá junto a la palabra pornografía, la gente te verá a través de un prisma sexual y también irán a buscar el contenido. Si ahora son 10.000 personas las que conocen ese vídeo, cuando dirijas la atención hacia él, serán 100.000 las que lo conocerán”, recuerda que le dijeron en su formación política. Esas cifras se le quedaron “grabadas en la mente”.
Se me acercó un hombre y me pidió que le practicara sexo oral; seguí adelante, hasta que llegué al bar, entré y se hizo un silencio sepulcral; me di cuenta de que había sido un error
Hunter acudió entonces a la Policía, que se disculpó y le comunicó que ningún delito había sido cometido y que, de todos modos, no disponían de la tecnología ni de la experiencia necesarias para investigar lo sucedido.
Fue Hunter quien encontró el vídeo original con el rostro de la mujer que sí lo había grabado. Lo logró subiendo capturas de pantalla a motores de búsqueda que trabajan con imágenes. Cuando quiso saber quién había difundido por WhatsApp el deepfake, se encontró con que la plataforma encriptaba los contenidos por el derecho a la privacidad de sus usuarios. “Me gustaría pensar que tengo derecho a que no me arruinen la vida”, señala. “Eres solo una persona frente a un enorme sistema tecnológico”.
Muchos recuerdos de ese periodo siguen mortificándola. Como el de su tío llamando a su puerta después de que un amigo le mostrara el vídeo. Tuvo que invitarlo a entrar, pedirle que se sentara y explicarle que ella no era esa mujer. Más tarde, también tuvo que explicarle todo a su padre.
“La gente se cambiaba de acera”
“Dondequiera que fuese, la gente con la que solía hablar se cambiaba de acera para evitarme”, dice. “En la preciosa ciudad costera donde vivo, que tengo la suerte de representar, hay un bar a un kilómetro y medio de mi casa donde un par de días después de lo ocurrido celebraban una fiesta por el cumpleaños de un empleado”, cuenta. “No puedo dejar que esto me consuma, voy a ir allí y tomarme una copa”, pensó en aquel momento. “De camino, se me acercó un hombre y me pidió que le practicara sexo oral; seguí adelante, hasta que llegué al bar, entré y se hizo un silencio sepulcral; me di cuenta de que había sido un error”.
A pesar del miedo de Hunter a que su silencio se interpretara como prueba de la autenticidad del vídeo, siguió el consejo del partido y trató de hacer campaña con normalidad. “No me importa si salgo elegida o no, solo quiero que esto termine”, recuerda haberle dicho a su marido –que entonces era su novio–. Al final, Hunter ganó por solo 14 votos, lo que convirtió su escaño en el más precario de Irlanda del Norte.
Después de aquello decidió hacer pública su experiencia, convirtiéndose en una voz clave dentro de la campaña por la legislación contra deepfakes de imágenes íntimas. Es sorprendente que siga siendo una de las pocas. Muchas figuras públicas, entre las que también hay diputadas, tienen sus propias experiencias con el tema, pero casi ninguna habla de ello. Tal vez la excepción sea la congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez. Hunter puede entender por qué. “En la vida pública, son pocas las mujeres que no saben lo que es ser tratadas como un objeto y, cuando se produce un deepfake, lo último que quieres es llamar más la atención”, explica.

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