Entramos en diciembre. A ver cómo salimos. Todavía las hojas se bambolean con el aire en su viaje al suelo desde la rama del árbol. Bella estampa a la intemperie. Ellas alfombran las calles de las ciudades, y de las brañas, y de los bosques. Contemplamos estos días los sutiles ocres de las hojas secas haciendo montoncillos a su albedrío, y en ocasiones levantando el vuelo corto, como el de las perdices o una bandada de estorninos nerviosos. Solo hay que buscar un monte, un jardín, un parque con bancos verdes, sentarse a escuchar cómo bailan y silban las hojas al caer tras desnudar las ramas de su árbol.

En primavera, el banco donde sentarse a mirar lo prefiero blanco. En otoño, con la caída tardía este año de la hoja, me siento más vivo y, en parte, cerca de la lógica estacional. Es el ot

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