El ingenio, la versatilidad, el movimiento, la acrobacia y el dominio total de la tabla pasó intacto de las olas del mar a pavimento con rampas, al concreto urbano, casi como en un abrir y cerrar de ojos.

El encanto nunca lo perdió, al contrario, traspasó de un mundo náutico, donde nació para luego cautivar y masificar un arte que exclusivamente se podía disfrutar sobre las inquietantes aguas para consolidarse con un mismo propósito y en una misma tabla, pero con ruedas. Las primeras referencias, aunque no están exactamente marcadas, sobre la aparición de los primeros skaters se remonta a un poco antes de la mitad del siglo pasado, por 1940, cuando los entusiastas surfistas de California, Estados Unidos, en los días sin olas no tenían chance de aventurarse en las aguas.

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