Durante décadas, Bertín Osborne ha sido sinónimo de éxito, de escenarios llenos, de rancheras coreadas por miles y de una imagen pública impecable que parecía inmune al desgaste. Pero esa fachada de eterno conquistador musical está atravesando uno de los capítulos más complejos de su vida. La guerra abierta con Gabriela Guillén , madre de su hijo pequeño, ya no es solo un conflicto privado: se ha convertido en una grieta profunda que se exhibe en televisión, en titulares y, sobre todo, en el ánimo del propio presentador.
Todo empezó con la intención de calmar las aguas. Ambos emitieron un comunicado conjunto donde aseguraban que entre ellos no existía conflicto alguno y que todo pasaba por velar por el bienestar del bebé que comparten. Aquello sonó a tregua, a voluntad de entendimie

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