Si hay algo que une a políticos de derechas, de izquierdas y de todo lo demás según, es el deseo común de que los adolescentes dejen de mirar sus teléfonos. Desde los Países Bajos hasta Nueva Jersey, proliferan las prohibiciones de móviles en las escuelas, como si fueran una cura mágica contra la distracción y la ansiedad. Pero el problema empieza justo cuando suena el timbre: las clases terminan a las 5, y el doomscrolling arranca a las 5 y dos minutos. TikTok no descansa, y los jóvenes tampoco.

Basándonos en una investigación de los economistas Leonardo Bursztyn (Universidad de Chicago) y Cass R. Sunstein (Universidad de Harvard), citada en un artículo reciente del WSJ los adolescentes no son prisioneros felices de sus pantallas. De hecho, muchos pagarían por escapar… si los demás esc

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