Desde tiempos antiguos, la observación del cielo fue fundamental para entender los ritmos de la naturaleza. Muchas culturas reconocieron que la Luna no solo mueve las mareas del océano, sino que también ejerce un efecto directo sobre los líquidos internos de las plantas.
La savia, esencial para el desarrollo de raíces, tallos y hojas, responde a los mismos principios de gravedad que actúan sobre otros cuerpos de agua. En la práctica, esto significa que los ciclos lunares pueden marcar momentos favorables y desfavorables para sembrar o podar.
Cada fase genera un comportamiento distinto en la circulación de la savia y en la energía vital del cultivo. Esa combinación permite que quienes trabajan la tierra planifiquen con mayor precisión sus tareas. Noticias Relacionadas
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