Los cedros que crecen en las laderas del Teide llevan siglos resistiendo la altitud, el viento y el silencio volcánico. Entre ellos destaca Bárbol , un ejemplar que durante años fue considerado el árbol vivo más viejo de la Unión Europea. Su nombre, tomado del personaje de la novela de Tolkien, se convirtió en sinónimo de longevidad vegetal.

La importancia de Bárbol se basaba en un dato impresionante: más de 1.480 años de vida comprobada mediante carbono 14 . Esa cifra lo mantuvo como referencia botánica en Europa hasta que otro cedro, descubierto en la misma zona, prolongó el récord y desplazó su reinado natural . El hallazgo se entiende como una continuidad, no como una competencia, porque ambos ejemplares forman parte del mismo linaje de árboles milenarios que habitan los riscos del Teide y conservan la memoria ambiental de la isla desde los tiempos del Imperio Romano.

Un nuevo descubrimiento desplaza al veterano Bárbol sin romper su legado

El nuevo árbol fue identificado por investigadores de la Escuela de Ingeniería de la Industria Forestal, Agronómica y de la Bioenergía del Campus Duques de Soria, perteneciente a la Universidad de Valladolid. También participaron expertos del Instituto Universitario de Gestión Forestal Sostenible. Con apoyo de escaladores locales, el equipo accedió a zonas remotas del Parque Nacional del Teide para recoger muestras de madera y analizar su antigüedad.

El resultado confirmó que el ejemplar tiene 1.544 años , superando así los 1.481 de Bárbol. Ambos cedros permanecen alejados de las zonas turísticas y, por tanto, libres de la influencia humana directa. Esa distancia del tránsito y de la tala permitió que sobrevivieran más de un milenio en el mismo punto donde germinaron, ajenos a las erupciones y a la deforestación.

Los cedros del Teide guardan siglos de historia en silencio

Las dataciones realizadas mediante carbono 14 permitieron inventariar 25 ejemplares, de los cuales ocho superan el milenio y tres rebasan los 1.500 años . Los resultados evidencian la existencia de una antigua población de cedros que habría cubierto buena parte del actual parque. Gabriel Sangüesa Barreda , profesor de la Universidad de Valladolid y miembro del equipo de campo, explicó que “se trata de una de las concentraciones de árboles milenarios más importantes de la Unión Europea ”. Añadió que “su persistencia se debe a la inaccesibilidad de los roquedos en los que crecen”. El trabajo combinó técnicas forestales con habilidades de escalada para alcanzar ejemplares situados en paredes verticales. Ese esfuerzo permitió reunir un catálogo botánico sin precedentes en el archipiélago.

Cada anillo de madera cuenta la historia climática del volcán

El valor científico de estos árboles va más allá de su edad. Cada anillo en sus troncos constituye un registro climático que permite reconstruir la historia ambiental del Teide. Las variaciones de grosor entre capas anuales revelan periodos de sequía, lluvias intensas o actividad volcánica . Los investigadores consideran que estos cedros funcionan como cronistas naturales del clima y pueden ofrecer información útil para anticipar riesgos ecológicos futuros.

Juan Ignacio Ferrer , responsable de Biodiversidad de la Fundación Endesa, señaló que “la restauración de los cedrales del Teide es un gesto de reconciliación con la historia natural de la isla”. El proyecto, impulsado junto al Cabildo de Tenerife y la Universidad de Valladolid, pretende conservar la flora endémica y reforzar la conexión entre ciencia y gestión ambiental.

El hallazgo ejemplifica que el territorio europeo mantiene tesoros vegetales muy antiguos , aunque no tan longevos como algunos ejemplares clonales del norte. En Finlandia, por ejemplo, se dató un enebro de porte arbustivo que alcanzó 1.647 años, aunque murió en 1906. Esa diferencia de morfología explica que el cedro canario sea considerado el árbol vivo más antiguo, ya que mantiene su tronco original y no se reproduce por raíces. El caso refuerza el interés científico por distinguir entre árboles clonales y no clonales , una distinción que determina qué especies siguen vivas en sentido biológico y cuáles solo conservan sistemas de raíces milenarios.

La rareza del hallazgo ha reavivado la atención sobre los árboles legendarios de Europa, desde el tejo de Fortingall en Escocia hasta los viejos ejemplares galeses ligados a cementerios. Todos ellos comparten un mismo valor: haber resistido siglos de cambios humanos y naturales. En el Teide, esa resistencia continúa visible en cada uno de los cedros que aún se alzan sobre la piedra volcánica.