Por Danilo Albero
La rivalidad entre J. M. W. Turner (Londres, 1775) y John Constable (Suffolk, 1776) fue la comidilla de los mentideros artísticos ingleses en la primera mitad del siglo XIX. Nada nuevo, las hubo anteriores y posteriores: Leonardo y Miguel Ángel; Picasso y Matisse o Degas y Manet; Quevedo y Góngora o Virginia Woolf y James Joyce.
Turner, tosco, excéntrico, reservado y mujeriego, vivía en Covent Garden, en el centro de Londres. Constable, cortés, sociable y padre de siete hijos, se refugió casi toda su vida en la campiña inglesa. Tan distintos entre sí, como afinidades tienen sus obras, con cielos grumosos y nubes coloridas.
Fueron el ying y el yang. Los dos dejaron su huella. Constable hijo de una familia acomodada, hizo del paisajismo inglés escuela, como ejemplo

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