La tarde avanzaba lenta sobre la brecha que conduce a Carboneras, ese camino polvoriento que muchos conocen por su soledad y sus tramos silenciosos. Allí, entre pastizales secos y los ruidos del campo, una familia recorría el lugar con el corazón encogido, buscando una respuesta que no querían encontrar.

Desde la mañana lo habían estado buscando. El hombre, de unos 50 años, había salido temprano a bordo de su camioneta y ya no regresó. Las horas se hicieron pesadas, y con ellas creció la preocupación. Fue esa misma ansiedad la que los llevó a internarse por la brecha, guiados sólo por la intuición y la esperanza de verlo aparecer.

Pero al llegar, la escena les rompió el alma: ahí estaba la camioneta del hombre, detenida a mitad del camino como si lo estuviera esperando. Y a unos metros,

See Full Page