El escándalo que comenzó con el expríncipe Andrew terminó escalando hasta el punto más alto de la monarquía británica: el rey Carlos III . En las últimas semanas, el Parlamento británico confirmó que iniciará una investigación formal sobre los contratos de arrendamiento de varias propiedades reales, luego de que se revelara que Andrew vivió más de veinte años sin pagar un alquiler de mercado por su residencia oficial, Royal Lodge.
La polémica se encendió cuando salió a la luz que Andrew Mountbatten-Windsor ocupaba esa emblemática propiedad en Windsor sin abonar lo que se considera un alquiler comercial justo. Este dato provocó indignación pública y, rápidamente, la lupa se trasladó hacia el sistema completo de administración de bienes de la Corona.
Y ahí es donde entra en escena

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