El helado viento de diciembre hacía brotar sus listones en uno de los inviernos más gélidos que han experimentado estas insurgentes calles. Corría el año de 1807. En la gran casona que hace esquina con las calles de la Misericordia y El Biombo, se celebraban las albricias de la Navidad. Toda la ciudad se movía en un intrincado ir y venir de carretones de carga y elegantes percherones que transportaban a los recién llegados a las posadas más selectas de la ciudad. Hacía no mucho que el agua ya no era un problema para esta tierra de violáceos atardeceres.

Grandes comercios se alzaban en estas calles cercanas a la gran mansión del corregidor, Don Miguel Ramón Sebastián Domínguez Alemán. Un hombre de modales duros, con el rostro endurecido por la alta responsabilidad de mantener a la ciudad e

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