Todo comenzó en el restorán San Carlos un domingo que prometía rock, mucho rock.

Entre perniles, sangrías, vinos tintos y cauceos de patas, comenzó a pasar la tarde. Se armó un grupo de puros Leña Gruesa: Joel, Don Pedro y su nieto, Sergio y yo, quienes bebíamos, charlábamos, nos reíamos, sin que nos importara el paso del tiempo o cualquier nimiedad que fuera a entorpecer un día ideal.

El grupo empezó a disolverse y mi teléfono celular me advirtió que, en pocos minutos más, iba a tocar el grupo Criminal en la Plaza Sotomayor. Me sumo a los que se retiraban del Yugoslavo y enfilo hacia el Rockódromo, en busca de mi brother de Pitrufquen, que había viajado para participar de esta linda actividad porteña.

Me junto con mi socio y decidimos ir a mi casa a dejar su mochila y equipos que carga

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