Pensó que era solo un juguete roto tirado junto a los contenedores, hasta que la “estatua azul” empezó a temblar. Jax, el Sargento de Armas de su club de motociclistas, no era alguien fácil de impresionar: 260 libras de músculo, tatuajes y una presencia que imponía. Mientras tomaba un atajo detrás de unos talleres, vio aquel bulto brillante. Al acercarse y oír un gemido débil, entendió que no era un objeto: era un perro atrapado bajo una capa de pintura industrial endurecida. Sin dudarlo, Jax lo levantó entre sus brazos, ignorando el barro y su chaleco arruinado. Lo apretó contra su pecho, frotándole las patas mientras pedían ayuda. Lo llevaron de inmediato al veterinario, donde pasó horas siendo limpiado y estabilizado. Dijeron que no habría sobrevivido una noche más. Jax pagó todo y lo l

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