El fuego siempre ha sido un puente entre lo visible y lo invisible. Una luz que abre caminos, limpia memorias, protege espacios y despierta deseos.
Por eso, en noches especiales como el Día de las Velitas o en cualquier momento de cierre de ciclo, encender una llama no es solo una tradición: es un acto simbólico que convoque fuerza, claridad y propósito.
Cuando prendes una vela, prendes también una intención. Y en un mundo tan lleno de ruido, estos rituales se vuelven refugios donde el alma respira.
La gratitud es el primer gesto que enciende cualquier ritual. Es la puerta de entrada.
La gratitud
Antes de pedir, es necesario reconocer. La gratitud no solo honra lo que ya pasó, sino que prepara el corazón para recibir lo que viene.
Un ritual sencillo consiste en tomar una vela blanca,

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