A apenas ocho kilómetros de la localidad castellonense de Vistabella del Maestrat, en una masía aislada a la que se llegaba por una carretera secundaria, vivía una pequeña comunidad sometida a las normas de un líder que aseguraba ser "el enviado de Dios". Era la secta de 'La Chaparra', un grupo pseudorreligioso que se presentaba como un espacio de sanación espiritual y terapias alternativas, pero que, en realidad, estaba marcado por la manipulación emocional, el control psicológico y la práctica de ritos sexuales con adultos y, presuntamente, con menores.
Tres años después de que la Policía Nacional desmantelara la secta, el caso llegó este 3 de noviembre a la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Castellón. Lo hizo sin su máximo responsable, conocido como el 'tío Toni', que murió

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