L a Universidad de Magallanes atraviesa una crisis interna. Lo que comenzó como un nuevo episodio de tensión terminó por estallar tras el ataque vandálico al mural de Francisco Bettancourt, hecho que los estudiantes calificaron como “la gota que rebasó el vaso”. Sin embargo, más allá del símbolo violentado, lo que hoy se confronta son dos visiones incompatibles sobre la conducción institucional, la seguridad del campus y la legitimidad de la protesta.

Para el rector José Maripani, la prioridad es inequívoca: resguardar la continuidad de una universidad que lleva cuatro años con números en rojo y cumplir a rajatabla el plan de sostenibilidad aprobado por la Superintendencia de Educación Superior. Bajo ese marco, cualquier interrupción de actividades amenaza un calendario ya frágil y una

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