Europa camina hacia el desastre desde hace años. La boca del lobo está abierta, con los colmillos ávidos de sangre de cochinillo o de cordero (¡lo que cotiza el silencio!), y ahí estamos, de guarnición de los nuevos amos del mundo, a los que consideramos bárbaros, como una vieja marquesa vería a un amante mal calzado por la parte de los pies. No hay nada peor para una vieja rica que toparse con un zapato de falsa piel. ¡Mon dieu! Nos creemos, pues, el centro del mundo, del arte, de la elegancia, pero, sin embargo, vamos en pelotas. Andersen lo explicó en «El traje nuevo del emperador» cuando Europa todavía inventaba el mundo. Trump nos lo ha espetado a la cara y sin miramientos: estamos abocados al fracaso y a la decadencia. El hombre naranja goza de mala fama, se le ha ridiculizado tanto

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