Axel Kicillof debió ceder, quizás, más de lo que en principio estaba dispuesto. Tuvo que repartir cargos y dejar en manos de la Legislatura parte de la decisión sobre recursos que llegarán el año que viene a los municipios. Todo, en pos de obtener la llave que le permitirá, al menos en los términos de poder financiar su gestión, una larga bocanada de oxígeno que le alcanzará hasta 2027, cuando finalice su mandato y busque posicionarse como candidato presidencial.
El permiso para salir a tomar deuda por 3.685 millones de dólares era objeto de obsesión oficial. Un insumo básico del que Kicillof careció el año pasado y que lo obligó a atender el pago a bonistas con recursos de la propia administración. Ahora tendrá autorización para refinanciar obligaciones pero deberá que contar con la anue

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