Al sentarse a cenar, pocos piensan que en el plato, además del menú, hay fragmentos plásticos invisibles al ojo humano. Los adultos consumen alrededor de 250 gramos de microplásticos cada año , una cifra suficiente para cubrir la superficie de un plato.
El dato resulta inquietante, no sólo por su magnitud, sino porque estas diminutas partículas —presentes en el aire, el agua, los alimentos y productos de uso diario— podrían estar teniendo un impacto insospechado, y potencialmente grave, en uno de los órganos más complejos del cuerpo: el cerebro humano .
Microplásticos, una amenaza silenciosa
La preocupación científica escaló por el vínculo cada vez más documentado entre los microplásticos y el desarrollo o progresión de enfermedades neurodegenerativas como el Alzhei

Infobae

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