El nuevo lema difundido desde Palacio de Gobierno “Dios, patria, ley” marca un viraje consciente del régimen hacia un lenguaje que históricamente ha sido empleado por regímenes autoritarios para justificar la concentración del poder bajo la apariencia de orden moral.

Si “Dios, Patria, Familia” fue el emblema clásico de los nacionalismos conservadores del siglo XX, la sustitución de “familia” por “ley” revela un desplazamiento más inquietante, el tratar a la ley ya no como garantía de derechos, sino como herramienta de control político.

Este giro coincide con un momento crítico para la institucionalidad peruana. El Tribunal Constitucional declaró infundada, por falta de votos, la demanda que solicitaba al máximo ente del orden jurídico del país resolver la controversia generada por la pro

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