Karina tiene 24 años y vive en Mandé, un corregimiento de Urrao, en el Suroeste antioqueño, desde donde llegar a la cabecera municipal exige dos días de camino por trochas que se desbaratan con la lluvia . Es más rápido cruzar el Atlántico entre Medellín y España que hacer, a caballo, el trayecto entre el pueblo y la casa de esta joven que este año enfrentaba su quinto embarazo.

Con tres hijos nacidos en su vivienda y una pérdida previa, su condición era la de una gestante de alto riesgo, pero en Mandé —como en tantos rincones del departamento— los partos suelen resolverse en casa, asistidos por parteras tradicionales que suplen, como pueden, la ausencia del Estado. Esta vez ocurrió algo distinto. Un equipo básico de salud llegó hasta su rancho con un recurso que hasta hace unos meses

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