Ayer, en el Zócalo de la Ciudad de México, miles se reunieron en la convocatoria de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, para festejar los siete años del arribo de la llamada Cuarta Transformación. Un proyecto que, si bien ha dado pasos firmes en ciertos objetivos, afortunadamente —dirían algunos— no ha avanzado al ritmo que sus ideólogos más radicales anhelaban.

Este festejo llega más como una bocanada de oxígeno para la actual mandataria, quien en un año ha tenido que sortear más crisis políticas que el expresidente Andrés Manuel López Obrador: desde el arribo del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, con su política migratoria, de seguridad y económica, hasta los problemas internos de inseguridad y, recientemente, las manifestaciones de campesinos, transportistas, maes

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