Compartiendo diálogos conmigo mismo

Primicia de esta nueva humanidad es Jesús: Asociemos pausas, renovemos, removamos y movamos pulsos, bajo la orientación de acogerse y recogerse, para ir del reino del mal al reino de Dios, del dominio del pecado y la muerte al del amor y su proceder.

Ella, la Virgen Madre, es el inmaculado horizonte que Dios mismo se proyectó para revelarse. A su intercesión materna, encomendamos nuestros desvelos y humildes aspiraciones, con la conversión del corazón.

I.- Sedientos de agua viva

El Señor, que es el manantial,

la maravilla que nos estimula,

vino a habitar entre nosotros,

para renovarnos internamente,

y alzarnos de todas las caídas.

Con Jesús no hay desolación,

ni desiertos que nos arruinen,

sus contornos son refulgentes,

tan níveos como sus

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