La reciente decisión del Gobierno nacional de reducir las retenciones al agro ha sido recibida con entusiasmo moderado pero significativo por parte de las entidades rurales. En plena siembra de maíz y soja, y con la cosecha de trigo y cebada en marcha, la medida llega en un momento clave para un sector que históricamente ha cargado con una presión impositiva elevada y frecuentemente distorsiva. La baja, aunque no resuelve todos los reclamos, es leída como un gesto político y económico que reconoce el rol central de la agroindustria en la generación de divisas y empleo.

El anuncio contempla reducciones en los principales complejos productivos: la soja pasará del 26% al 24% y los subproductos del 24,5% al 22,5%; trigo y cebada caerán del 9,5% al 7,5%; maíz y sorgo del 9,5% al 8,5%, mientras

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