En una época que solo se puede conocer en la revista “Ovación” de Pocho, Otorino Sartor era el arquero de la selección de Perú. Le salía el rulito en la frente, como Superman. Vestía short blanco y camiseta manga larga verde. Cuando había un extra, se compraba unos macarios. Una tarde, después de ver parte de la campaña de 1975 en You Tube, le pregunté por qué tapaba sin guantes, cuál era la razón. “No había y no tenía, hijo. Y no sabes, un pelotazo de esos me dolía tres días. Quemaba como no tienes idea”. En octubre de ese año fue campeón de América, junto a otros compañeros que hicieron decenas de sacrificios parecidos, algunos más públicos que otros: Alfredo Quesada iba en bicicleta a los entrenamientos, Teófilo Cubillas cruzaba el océano desde Portugal, el Cholo Sotil se “escapaba” de

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