Javier Etxezarreta | EFE
11 dic 2025 . Actualizado a las 22:44 h.
Cuando era más joven nunca me cansaba la lluvia, estaba allí como parte de la explosión del mundo que estallaba cada día en mil posibilidades. Ni siquiera el agua de los otoños, que lo encharcaba todo, anegaba las grandes esperanzas. Ahora lo posible se esconde en las hojas del calendario que salieron volando sin que les diera tiempo a amarillear, como las de los ginkgos del campus que caen sobre el estanque y se quedan flotando como nenúfares sin raíz, sin más sentido que su propia belleza, efímera y extrema. Vendrán otros días felices, pero llueve sin descanso y la lluvia es propicia para el verde y para la nostalgia. Quizás la juventud se va cuando miras al cielo deseando que escampe en lugar de salir a la tierra y aga

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