México levanta un nuevo muro, pero no de concreto, sino de aranceles. El paquete aprobado para gravar importaciones de países sin tratado de libre comercio –en especial de Asia– se vende como escudo para la reindustrialización y la defensa del empleo local. En el papel suena atractivo: se protege a sectores vulnerables como acero, textil, calzado o autopartes frente al dumping y se incrementa la recaudación sin subir el IVA ni el ISR.

Sin embargo, en la economía real los aranceles rara vez son gratis. Buena parte de lo que se encarece no son productos “finales chinos” sino insumos que usan empresas instaladas en México, incluidas muchas que hoy se benefician del nearshoring. Si suben los costos de materias primas y componentes, la manufactura pierde competitividad justo cuando busca conso

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