En un país que ha vivido largos ciclos de violencia, los avances recientes en seguridad no deben observarse solo como un conjunto de cifras, sino como señales de un viraje estructural en la manera en que el Estado comprende, atiende y transforma las dinámicas delictivas. La reducción sostenida de los homicidios dolosos, confirmada por las últimas evaluaciones presentadas por la presidenta Claudia Sheinbaum, expresa un fenómeno más complejo: el alineamiento de capacidades institucionales, decisiones políticas y trabajo territorial que empiezan a modificar inercias que por años parecían inamovibles.
La tendencia descendente, documentada por una disminución cercana al 37% en la incidencia diaria entre 2024 y 2025, cobra sentido cuando se inserta en el análisis más amplio de la política públi

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