Cada 12 de diciembre , el camino hacia el Cerro del Tepeyac se convierte en un símbolo viviente de fe y comunidad. Millones de personas recorren calles y avenidas para rendir homenaje a la , expresión profunda de una tradición que ha acompañado por generaciones al pueblo mexicano. En torno a esta celebración florecen gestos de solidaridad: familias, comerciantes y voluntarios preparan alimentos, ofrecen agua y extienden su ayuda a quienes avanzan hacia la .

En medio de este fervor religioso surge un fenómeno que año con año demanda atención: la presencia de los llamados “ perros peregrinos ”. Este término se ha adoptado para nombrar a los lomitos que acompañan a sus dueños durante el trayecto o que, atraídos por la compañía humana, se suman espontáneamente a los contingent

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