Donald Trump ha vuelto a mover fichas en dos tableros que, a primera vista, parecen ajenos entre sí: la marihuana y la inteligencia artificial. Sin embargo, ambos temas revelan una misma lógica política y económica: reducir la intervención del Estado cuando estorba a los negocios estratégicos y a la competencia global de Estados Unidos, incluso si eso implica tensar equilibrios legales, científicos y federales. No es casualidad que estas discusiones resurjan ahora, en un momento de reposicionamiento del poder económico y tecnológico estadounidense.

En el frente del cannabis, el movimiento es delicado pero de gran calado. Trump analiza presionar para que el gobierno federal flexibilice drásticamente las restricciones sobre la marihuana, reduciendo su nivel de supervisión hasta equipararla

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