gritó la joven de 22 años. Miraba desafiante, a los ojos, con gesto de fiereza, a los testigos. Eran sus momentos finales y, a pesar de eso, seguía dando órdenes.

Irma Grese estaba en el patíbulo. El verdugo Albert Pierrepoint colocaba la soga alrededor de su cuello. Era el 13 de diciembre de 1945, 80 años atrás. Irma Grese estaba a punto de ser ahorcada luego de haber sido condenada a muerte. Se convertía en la mujer más joven en ser ejecutada. Todavía seguía siendo muy bella.

Esta joven había matado decenas de prisioneros por día en los campos de concentración. Les había disparado en la nuca, en medio del pecho, había hecho que perros salvajes los devoraran vivos, los había castigado tanto que había provocado infecciones con su látigo, había tenido sexo con mujeres que asesinaba

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