El vínculo entre intervención estatal, circulación de billetes y falta de transparencia revela patrones globales que marcan diferencias profundas en la prosperidad de los países.

Libertad y violencia representan polos opuestos. La libertad constituye la condición para la paz, mientras que su ausencia implica la imposición de la fuerza, encarnada principalmente por la estructura estatal que utiliza mecanismos de coacción. Este uso de la violencia estatal no solo restringe la autonomía de los ciudadanos, sino que -de manera irremediable- detiene el desarrollo espontáneo del orden social.

Las sociedades con vocación pacífica tienden, justamente, a organizarse en un marco de mercado libre, donde los intercambios se producen mediante acuerdos voluntarios para beneficio de todas las partes i

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