Durante décadas, la conversación sobre longevidad ha girado casi siempre en torno a la alimentación y al ejercicio físico. Ambos siguen siendo pilares fundamentales de la salud, pero un creciente cuerpo de evidencia científica está desplazando el foco hacia un hábito cotidiano que a menudo se sacrifica sin demasiada reflexión: el sueño. Lejos de ser un simple periodo de descanso, dormir cumple funciones biológicas esenciales que influyen de manera directa en cuánto y cómo vivimos.
En los últimos años, el sueño ha pasado de ser un aspecto secundario del estilo de vida a convertirse en un indicador clave de salud pública. Las jornadas laborales prolongadas, el uso constante de pantallas y los horarios irregulares han reducido el tiempo de descanso en amplios sectores de la población. Est

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