Por: Felipe Olaya
@olayafelipe
La autorización de la Superintendencia de Industria y Comercio para integrar las operaciones móviles de Tigo y Movistar generó una reacción inmediata en el país. Aparecieron advertencias sobre un posible duopolio, inquietudes por la concentración y temores acerca del futuro de los operadores pequeños. Aunque estas preocupaciones son legítimas, es necesario observar el contexto completo. El mercado colombiano ya no operaba como un entorno competitivo estable ni sostenible.
Durante varios años el país funcionó en medio de un desequilibrio evidente. Existía un operador dominante con amplia capacidad de inversión, dos competidores medianos sometidos a crecientes presiones financieras y un entrante que enfrentaba su propia reorganización. En un sector altamente

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