Por: Oscar A. Viramontes Olivas

violioscar@gmail.com

La ciudad despierta con un murmullo que huele a copal y a masa, desde la madrugada, las calles que llevan a la parroquia del Santuario de Guadalupe, se llena de un río humano, peregrinos que arrastran banderas, niños con ojos abiertos como candiles, ancianas con rosarios relucientes y jóvenes con mochilas que llevan velas envueltas en plástico. Es la festividad de la Virgen de Guadalupe, y el pueblo de Chihuahua acude en masa, puntual y ritual, como si cada paso fuese una línea escrita en la memoria colectiva; allí, se mezclan la devoción, la nostalgia, el comercio y la curiosidad; allí, se teje un mosaico urbano que tiene el latido de la fe y el pulso de la calle.

Los puestos ambulantes, forman una corte improvisada que parece compet

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